Por Violeta Osorio
Muchxs
profesionales (y el sistema médico hegemónico en general) suelen justificar sus
altos índices de cesáreas y otras intervenciones en el parto (como inducciones,
uso epidural y/o oxitocina sintética, etc.) alegando que somos las mujeres
quienes lo pedimos y elegimos, porque somos flojas, o tenemos miedo al dolor, o
somos muy modernas y queremos lo “mejor de la ciencia”, o debido a nuestra
apretada agenda social y laboral que nos impone mayor organización, o para
aprovechar y hacernos la liposucción, o tantas razones que pueden ser posibles
y probables, pero solo muestran un pequeñísima parte de la realidad, algo así
como la punta del iceberg.
Es
verdad que hay mujeres que informadamente eligen atravesar ciertas
intervenciones sin que medie justificación médica y no solo es cierto, es
legítimo. Sin embargo, el índice de 60 – 80% de cesáreas que ostenta el sistema
de salud privado en Argentina o el 30-40% que posee el sistema público, o el
90% de episiotomías en primerizas, o los
injustificados índices de inducciones y partos conducidos con oxitocina sintética
que superan ampliamente las recomendaciones de la OMS (sin hablar del flagrante
kristeller, maniobra categóricamente desaconsejada, pero de uso cotidiano), no
se sustentan, bajo ningún concepto por el deseo o elección de las mujeres, no
solo porque, no seamos inocentes las mujeres no solemos tener voz, ni voto en
las salas de parto, sino porque lo que realmente queremos las mujeres y aquello
que inclina siempre la balanza es "lo mejor para mi bebé" un deseo
que atraviesa toda etnia, cultura, condición socio-económica, religión, edad.
Es ese deseo entrañable que nos une y nos hermana como madres. No pedimos una
cesárea, no queremos una inducción, queremos " lo mejor para mi bebé"
y desde ese deseo con información parcial o falsa desde el sistema médico
hegemónico manipulan nuestras elecciones. Con datos a medias, miedos
infundados, beneficios enmascarados y riesgos disfrazados, un embarazo sano
termina transformándose en una cesárea innecesaria o en un parto intervenido y
medicalizado por rutina, no porque la mujer elige esa cesárea por la cesárea,
sino porque cree que con ella le está dando “lo mejor a su hijx”, es mirando el
supuesto bienestar de la cría que estamos dispuestas a atravesar una cirugía
mayor o un suerito repleto de oxitocina sintética o una mutilación genital, etc.
Es evidente que si a una mujer les dices que su hijx corre peligro y que lo
mejor para el/ella es una cesárea, sin dudar va a decir que se lx saques por la
boca si hace falta. Las cosas como son!
Es
una falacia y un insulto el discurso que sostiene que el nivel de intervención
y medicalización es responsabilidad de los deseos de las mujeres y que lxs
profesionales solo cumplen con su sagrado deber de respetar nuestras
decisiones. Da por lo menos que pensar que ¡cosa curiosa! lxs profesionales
siempre usan está excusa para justificar intervenciones que les son cómodas y
beneficiosas, como puede ser una cesárea programada o un combo de
intervenciones que aceleren el proceso del parto y los dejen libres en poco
tiempo… pero ¿a cuántos profesionales hemos escuchado decir que hay muchos
partos “largos” donde se respetan los tiempos fisiológicos, partos sin
medicalización e intervenciones de rutina porque la mamá así lo desea y ellxs respetan
su elección?
El
mismo discurso, desde el sistema médico hegemónico que defiende el legítimo
derecho de la mujer a elegir una cesárea programada o una inducción sin que
medie justificación médica, no se hace escuchar cuando se trata del derecho de
la mujer a elegir un parto fisiológico, donde se respeten sus tiempos para
parir y los tiempos del bebé para nacer. En esos casos no solo no lo defienden,
sino que nos tratan de locas, hippies, inconscientes, nos aterrorizan con
complicaciones poco probables y algunas hasta inexistentes y sobre todo,
volvemos al punto, nos atemorizan con el bienestar de nuestrxs hijxs, aunque la
ciencia nos respalda y lo que es más importante es también nuestro legítimo
derecho. La lógica solo aplica para aquello que es beneficioso al sistema
médico, maquillado de paternalismo y protección, lxs profesionales sólo parecen
hablar a favor del derecho a elegir de la mujer, cuando esa elección les
conviene.
Los
altos e injustificables índices de medicalización e intervenciones de rutina
durante los nacimientos no son producto del deseo caprichoso de la mujeres o de
elecciones verdaderamente informadas, sino de una práctica conveniente y
cómplice a los intereses de lxs profesionales, instituciones y laboratorios,
que las mujeres aceptamos porque durante siglos hemos aprendido que nuestro
cuerpo le pertenece al patriarcado y que a lo más que podemos aspirar es a
salir con un bebé vivo después de un parto.
Pero
no solo es mentira que somos nosotras quienes pedimos que nos intervengan por
deporte, sino que además el modelo de atención perinatal imperante, invasivo e
intervencionista atenta contra “lo mejor para mi bebé”, perdemos nosotras y
pierden nuestrxs hijxs. Un/a bebé que nace de un parto intervenido y medicalizado
por rutina padece las intervenciones hechas sobre su madre, no está ajenx a
ellas. A lo que luego se le sumarán las
intervenciones de rutina, invasivas y crueles que en completa soledad y
vulnerabilidad vivirá. Pero ante todo, un bebé cuando nace necesita una madre entera
y poderosa, capaz de abrigarlo, nutrirlo y ampararlo, no un pedazo de carne que
ha sido violentado y maltratado por comodidad de otrxs. En la gran mayoría de
los nacimientos el bienestar de la madre y el bebé son uno, no se trata de una
lucha de poder donde la mujer debe sacrificarse. “Lo mejor para nuestrxs hijxs”
no es entregarnos mansamente a la carnicería , si no responsablemente, con
información (suficiente, verdadera, adecuada y oportuna) y ejerciendo nuestra
autonomía y soberanía decidir.
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